domingo, octubre 23, 2005
smartness
Después de los respectivos panchos consumidos por Severiano y su amigo (ese pelado), la deliberación brotando inquieta desde el seso, que medió el evento y los bríos de aquel pájaro descargando en sus heces la furia de toda una especie (como si a tal desdicha debiera responder la calvicie incipiente de un hombre), se extraen las siguientes conclusiones:
Se considera indicio de inteligencia:
1. hablar rápido
2. la crítica, el desagrado y el inconformismo (aunque el objeto de crítica resulte totalmente ajeno a los conocimientos del individuo).
- Ergo; el crítico es, per sé, una persona inteligente.
3. el desdén y la desaprensión (la euforia, por el contrario, y el apasionamiento evidencian pobreza intelectual)
4. la utilización regular de los términos “paradigma” y “dialéctico”
5. consumir productos culturales de Francia (sobre todo esas películas aburridísimas)
6. aborrecer la cumbia y el cuarteto
7. ser japonés
8. ser profesional o universitario
viernes, octubre 21, 2005
el mate metafísico de severiano
Elijo el más chico, de los cinco mates que hay en casa. Evitemos interpretaciones fálico freudianas, pongámonos más posmo. No es un detalle menor, elijo – insisto – el más chico. Me gusta que se termine y volver a llenarlo (que se termine más rápido y volver a llenarlo más rápido).
Ahora, salto dialéctico (trasponemos categorías que, se hace evidente, no son tales): la vida. Ídem. En las cosas; que empiecen y que terminen. Si leo un libro, si estudio alemán, si trabajo para un proyecto del Ministerio de Salud y Acción Social, si voy a clase de natación, si escucho una canción, si salgo, si como un asado o un plato de ñoquis, si camino, corro o juego a la pelota, si veo una película. Me gusta que termine. Incluso, lo he descubierto, suelo apurar su acontecer - una lectura, un café, un dibujo - así termina.
Pienso, luego, en mis ideas. Mi elogio de la novedad, la renovación, el cambio. Es honestidad – me digo -, coherencia, consecuencia. Nadie puede dudar que se trata de mis ideas. Yo, cuerpo, emoción, afán estoy allí. Pero ¿puedo – ahora que lo sé - seguir amparándolas con la misma firmeza? Digo; si me tomara diez minutos más para comer los fideos ¿seguiría sosteniéndolas? Se quebraría - esto seguro - ese continuo entre mi quehacer y mi cavilar. Pero aún, ¿acaso pienso de este modo porque así es como actúo? ¿subió, en algún momento, desde mis manos, mi nerviosidad, sitiando hasta someter mi entendimiento? ¿hasta convencer mi convencimiento? ¿O acaso fue al revés? ¿Y qué hay de Xuxa o Florencia Bertotti? ¿comerán caramelos de miel todo el tiempo? ¿Y Bucay? ¿conservará tal linealidad? ¿Menem?
¿Y por qué me hago tantas preguntas?
Quizás debería atender al modo en que como las tostadas con manteca.
viernes, octubre 14, 2005
orín, la polémica
- Ahh... Este placer, el orín... será pecaminoso?
- Pecaminoso no. Antirrevolucionario. Prácticas licenciosas, individualistas, enemigas del pueblo.
- Pero la carne, estos calores... ofenderán a los cielos? la memoria de santos y justos?
- Justos? justos? me hablas de justicia? y quienes dieron su vida por esta revolución? y tú y el hedonismo capitalista, siervo del imperio? y el burgués imbécil acunando monedas sobre el sudor del campesino latinoamericano?
- Y la eterna condena? el rechinar de dientes, la agonía que no conoce sosiego?
- Revolución! empresas individuales y sensualismos egoístas, regocijo de unos pocos y yugo del pueblo.
- Confesión, remordimiento, autoflagelo! lo que fuera antes que los fuegos eternos.
- Imbécil. Más te valiera una boina y una camiseta roja.
- 45 rosarios, 80 por si acaso.
- Pecaminoso no. Antirrevolucionario. Prácticas licenciosas, individualistas, enemigas del pueblo.
- Pero la carne, estos calores... ofenderán a los cielos? la memoria de santos y justos?
- Justos? justos? me hablas de justicia? y quienes dieron su vida por esta revolución? y tú y el hedonismo capitalista, siervo del imperio? y el burgués imbécil acunando monedas sobre el sudor del campesino latinoamericano?
- Y la eterna condena? el rechinar de dientes, la agonía que no conoce sosiego?
- Revolución! empresas individuales y sensualismos egoístas, regocijo de unos pocos y yugo del pueblo.
- Confesión, remordimiento, autoflagelo! lo que fuera antes que los fuegos eternos.
- Imbécil. Más te valiera una boina y una camiseta roja.
- 45 rosarios, 80 por si acaso.
jueves, octubre 13, 2005
serhumanitud
Marisa quiere una casa y un perro. Un marido que la quiera mucho y todos los días le diga lo linda que está.
Alejandra todavía no sabe lo que quiere. Pero sabe que eso no.
Mientras tanto pasa mucho tiempo viendo televisión.
Horacio sueña con su nombre estampado en titulares de diario, ceñido irremisiblemente al de su ciudad. Merodeando como una mosca en los oídos de todos.
Pablo se sacude, todas las noches, inquieto. Sueña su día aventajando impredecible, vertiginoso. Una vida peligrosa, cien episodios y él, un facón en la mano.
A las siete se levanta y se va a la oficina.
Manuel quiere todo esto.
Jorge sólo quiere estar tranquilo.
En fin. Lo humano…
jueves, octubre 06, 2005
Severiano y las formas sutiles
“Lasa, lasa”. Que difícil entender qué nos cautiva de la palabra. Fonética pura. Lo mismo, probablemente, que precipita en desagrado cuando escuchamos “rotonda” o “samantha”, pero del otro costado. No es simple. Cuando la emoción depende de siluetas, apariencias. Del molde, en definitiva. Esteticismos, vanidades de los sentimientos.
Así, efigies, grafías. Como escribe Borges, recorriendo el recipiente. Evitar el explícito, la cita definitiva - qué virtud, qué arte -. El sentido se deja descubrir por detrás, transparente y sin escándalo, desprendiéndose y deslizándose a unos metros de las palabras. Como si el mismo lector (su sensibilidad) lo consintiera o posibilitara.
Literatura al fin. Utilizar las palabras sin hacerlo positivamente, sin ser categórico. Tremenda precisión. Sé de poetas (no es el caso de Cecilio) que ocupan tardes enteras buscando una forma más específica de decir “el intenso sol” o “estoy melancólico”. La metáfora, una cosa por otra, ahonda en la idea o concepto buscando holgura o precisión. Tal el mecanismo. Como opera lo sutil, indirectamente.
Las palabras son vacías, suele escucharse (y aún no estoy seguro de entenderlo). Ocurre que las ideas necesitan de un recipiente donde alojarse. De formas que las expresen. Ocurre que esto no es indiferente, desafecto de las consecuencias. Un artista alemán junta miles de piedras, les imprime los nombres de los caídos y las ubica, con los nombres hacia el piso, una al lado de la otra formando un camino que lleva a Auschwitz. “Monumento a la memoria”, lo titula. Conmueve. El manual Santillana de séptimo grado reza en la página 224, con exagerado afán sintético: “200.000 personas murieron en el campo de concentración de Auschwitz por las acciones del nazismo” ¿acaso eso nos inquieta o sorprende? Damos vuelta la hoja y habla de la inmigración en el Río de la Plata.
Y el cine. Cuántas veces. Películas que se desarrollan en la naturalidad propia de la historia, la trama se desenvuelve verdadera, sin exageraciones. Insinuando, - grandes películas - desde las ausencias que se ultiman en la emocionalidad, la inteligencia de el espectador. Luego alguno de los “grandes estudios” la asesinará en algún remake, enfatizando en dramatismos, espectacularidad (la anti sutileza), exagerando las explicaciones.
Lo artístico, lo poético, lo sutil está en el paquete (y es verdad de Perogrullo). Heme descubierto aborrecido al escuchar la melodía “para Elisa” de Beethoven – cenital, etérea – que es arrastrada por un piso de lucecitas brillantes, lata y gorritas estampadas por un celular que la reproduce en un sonido de electrónica taiwanesa insoportable.
Pero no. No somos snobs, o no queremos serlo. Lo popular suele presentar acertadísmas sutilezas (se lo voy a comentar a Cecilio). “La pelota no se mancha”, de Maradona, los sobrenombres a compañeros, a profesores. Frases, refranes. Montones de sutilezas…
En eso estaba cuando prendo la tele. Una carcajada agudísima se repite interminablemente como un cacareo, dolorosa. Se ven unos niños vestidos de gaucho y, parándose delante, a Tinelli que grita: “Muy bueeeeeeno!!!!”.
Qué culiado.