jueves, octubre 06, 2005
Severiano y las formas sutiles
“Lasa, lasa”. Que difícil entender qué nos cautiva de la palabra. Fonética pura. Lo mismo, probablemente, que precipita en desagrado cuando escuchamos “rotonda” o “samantha”, pero del otro costado. No es simple. Cuando la emoción depende de siluetas, apariencias. Del molde, en definitiva. Esteticismos, vanidades de los sentimientos.
Así, efigies, grafías. Como escribe Borges, recorriendo el recipiente. Evitar el explícito, la cita definitiva - qué virtud, qué arte -. El sentido se deja descubrir por detrás, transparente y sin escándalo, desprendiéndose y deslizándose a unos metros de las palabras. Como si el mismo lector (su sensibilidad) lo consintiera o posibilitara.
Literatura al fin. Utilizar las palabras sin hacerlo positivamente, sin ser categórico. Tremenda precisión. Sé de poetas (no es el caso de Cecilio) que ocupan tardes enteras buscando una forma más específica de decir “el intenso sol” o “estoy melancólico”. La metáfora, una cosa por otra, ahonda en la idea o concepto buscando holgura o precisión. Tal el mecanismo. Como opera lo sutil, indirectamente.
Las palabras son vacías, suele escucharse (y aún no estoy seguro de entenderlo). Ocurre que las ideas necesitan de un recipiente donde alojarse. De formas que las expresen. Ocurre que esto no es indiferente, desafecto de las consecuencias. Un artista alemán junta miles de piedras, les imprime los nombres de los caídos y las ubica, con los nombres hacia el piso, una al lado de la otra formando un camino que lleva a Auschwitz. “Monumento a la memoria”, lo titula. Conmueve. El manual Santillana de séptimo grado reza en la página 224, con exagerado afán sintético: “200.000 personas murieron en el campo de concentración de Auschwitz por las acciones del nazismo” ¿acaso eso nos inquieta o sorprende? Damos vuelta la hoja y habla de la inmigración en el Río de la Plata.
Y el cine. Cuántas veces. Películas que se desarrollan en la naturalidad propia de la historia, la trama se desenvuelve verdadera, sin exageraciones. Insinuando, - grandes películas - desde las ausencias que se ultiman en la emocionalidad, la inteligencia de el espectador. Luego alguno de los “grandes estudios” la asesinará en algún remake, enfatizando en dramatismos, espectacularidad (la anti sutileza), exagerando las explicaciones.
Lo artístico, lo poético, lo sutil está en el paquete (y es verdad de Perogrullo). Heme descubierto aborrecido al escuchar la melodía “para Elisa” de Beethoven – cenital, etérea – que es arrastrada por un piso de lucecitas brillantes, lata y gorritas estampadas por un celular que la reproduce en un sonido de electrónica taiwanesa insoportable.
Pero no. No somos snobs, o no queremos serlo. Lo popular suele presentar acertadísmas sutilezas (se lo voy a comentar a Cecilio). “La pelota no se mancha”, de Maradona, los sobrenombres a compañeros, a profesores. Frases, refranes. Montones de sutilezas…
En eso estaba cuando prendo la tele. Una carcajada agudísima se repite interminablemente como un cacareo, dolorosa. Se ven unos niños vestidos de gaucho y, parándose delante, a Tinelli que grita: “Muy bueeeeeeno!!!!”.
Qué culiado.