jueves, noviembre 24, 2005

en la urbe embustera


Con unas zapatillas de 300 pesos el pibe es el rey del barrio (hasta que se las roben, al menos).

Con un rolex y un velero Señor Country es exitoso, es elegante, es distinguido.

Señor Country va al Yacht Club o al Lown Tennis. (Y es un espejo en el que observa, luminosísimo, su prestigio)

El pibe - soberano, enorme -, va al baile.

Hipótesis uno (tangencial): de un modo muy real, el pibe y Señor Country obtuvieron lo que se prometía. Esto es; la publicidad no miente. Todo lo que sugería el aviso está ahí, en las zapatillas del pibe y en el rolex de Señor Country.

Hipótesis dos: las diferencias son contextuales, anecdóticas. La así llamada “calidad de vida” no plantea, en lo sustancial, contrastes o diversificaciones. Ergo, otra acepción de lo entendido como riqueza, debería distinguir aspectos cualitativos.
“Una moneda de oro por horizonte”, dice Cecilio.
Agrego: “revolución del alma”. Indefectible, necesaria para que la búsqueda de riqueza en su segunda acepción no sea un repetido golpearse la cabeza contra la pared.

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